Perdí mi hermoso GSD, Carey, por un tumor el año pasado. Tenía once años cuando cruzó el puente del arco iris y mi mejor amiga absoluta en el mundo. Hay tantos recuerdos y, por más cliché que parezca, no pasa un día sin que piense en ella y lo recuerde.
Lo que más extraño, lo más absoluto, es despertar a su alegría. Carey no dormiría con nosotros dentro de la casa, sino que preferiría pasar la noche en el patio bajo el aire fresco de la noche de verano. La ventana de mi habitación se abrió a un lugar a unos pasos de su lugar favorito para rizar. Todas las mañanas salía de la cama y la miraba por la ventana. Luego procedería a golpear suavemente y golpear el cristal con los nudillos hasta que ella se despertara, confundida por el ruido. Abriría la ventana una muesca y le llamaría para que se levantara, reconociendo y encargada de comenzar el día conmigo.
Las mañanas nunca serán lo mismo sin ella. 🙂
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