No lo creo. Es realmente difícil definir qué se entiende por “amor” cuando se trata de animales; Gran parte de lo que creemos percibir en su comportamiento es el antropomorfismo, que asigna valores humanos al comportamiento no humano.
Cuando se trata de mostrar afecto, los perros generalmente tienen a los gatos vencidos por una milla campestre. Los perros son animales de carga, y el comportamiento afectivo es parte del pegamento que mantiene un paquete, tal como lo hace en las familias humanas.
Los gatos, por otro lado, a menudo son más distantes. No muestran el mismo grado de necesidad que nosotros que los perros; la compañía no es tan esencial para su composición emocional.
Al menos, eso es lo que hemos pensado. Sin embargo, resulta que la idea del “gato que camina solo” no es realmente correcta. Donde hay abundante comida, los gatos tienden a vivir con orgullo como lo hacen los leones. El territorio está en manos de varias mujeres y hombres relacionados que van y vienen. Y al igual que con los lobos, el afecto entre los miembros del orgullo es parte del pegamento que los mantiene unidos.
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Mi propia experiencia con los gatos ha sido que de hecho son amantes de las mascotas. Tuve una que me acarició la cabeza cuando tuve migrañas, una que se acurrucó contra mi espalda y alivió el dolor, y un trío que, cuando mi padre se estaba muriendo y se quejaba de tener frío, abandonó mi cama por la suya. Se acomodaron a lo largo de su cuerpo mientras él yacía en la cama, compartiendo el calor de su cuerpo con el suyo.
Y luego está Emma. Ella tiene una terrible ansiedad por separación. No importa si ella tiene a alguien más allí cuando yo me haya ido. Ella solo me quiere a mí. Cuando regresé el año pasado después de una ausencia de cinco días, lloró sin parar durante más de cinco horas. Pasó buena parte de esas cinco horas en mis brazos, abrazándose y llorando.
Así que creo que los gatos nos aman menos que nuestros perros. Pueden mostrarlo de manera diferente, pero al final no es tanto la especie de nuestra mascota; es que corren a saludarnos cuando llegamos a casa y nos ofrecen amor incondicional. Reconocemos ese amor, más allá del abismo de las diferentes especies. Es un regalo, dado por un animal que elige llamarnos suyos.