Aunque no hay forma de preguntarle a los perros, la mejor teoría hasta la fecha es que reconocen formas y colores y piensan en términos de su propia realidad: comida / no comida, amigo / no amigo, afuera / adentro, etc. La investigación indica que son expertos en leer el lenguaje corporal de otras especies y expresiones faciales. Pueden seguir la línea de visión de un humano para encontrar dónde está escondido el premio. Adjuntan sonidos y vistas a los eventos como señales de qué esperar (consulte los experimentos de Pavlov, quien descubrió la respuesta al estímulo al observar a los perros ser capaces de conectar el sonido de una campana con la hora de comer y comenzaría a salivar tan pronto como escucharan la señal)
Pero sería difícil imaginar que se tomen el tiempo para traducir todo eso al lenguaje como lo hacemos nosotros. Son mucho más reactivos que nosotros, como corresponde a su lugar en la cadena alimentaria y el medio ambiente. Sus cerebros son considerablemente más pequeños y menos complejos que los nuestros, por lo que si bien a veces logran imitar el habla humana como recompensa, es poco probable que el lenguaje, como lo conocemos, tenga un lugar importante en su estructura cerebral. Ellos recuerdan el sonido que hacemos cuando les damos una señal (“buscar”, “sentarse”) y si hemos realizado el entrenamiento correctamente, responderán como se les enseñó. Pero todavía no hay evidencia de que pasen tiempo reflexionando en un lenguaje que no sea pictórico lo que sucede a su alrededor.