Porque los perros te dan amor incondicional.
Porque en realidad esperarían una eternidad por ti.
Porque no te juzgan. Te quieren sin importar si eres maloliente o perfumado, bonito o feo, alto o bajo, delgado de grasa, negro, blanco o de color.
Pueden alegrar todo su día sombrío con solo un pequeño lamido.
Pueden escuchar su ventilación con la máxima paciencia.
Te pueden dar una mirada que puede transmitir cuán imposiblemente te ADORAN.
Pueden ser tu confidente más confiable, tu oyente más paciente, tu amante más fiel, tu posesión más inexplicablemente linda. (Aunque parecen pensar que te poseen)
Le mostrarán cómo amar sin desinterés, cómo confiar completamente, cómo vivir como si fuera el dueño del mundo.
Y se merecen totalmente el crédito.
Quiero decir, ¿cuántos de nosotros podemos salir con solo estar sentados TODO el día, moviendo una cola aquí y allá, lamiendo una cara de vez en cuando, ladrando, corriendo y desordenando los horarios de todos, hasta la edad adulta; y TODAVÍA obtienen comida, agua, ropa, refugio y, lo más importante, ¿amor?
Eso es todo lo que hacen para ganarse la vida.
¡Así que solo dales un nombre!