He luchado con la depresión toda mi vida. Sin gatos no creo que lo hubiera logrado.
Los gatos te obligan a prestar atención a algo fuera de ti mismo, que contrarresta tu instinto de envolverte en un capullo emocional y excluir al mundo. Ofrecen calidez, amor y afecto físico de una manera tranquila y no estresante. Si estás bajo, algunos gatos te consuelan activamente. Otros pueden estar contentos de pasar el rato a tu lado. La necesidad de cuidarlos significa que no puedes descuidar demasiado tu vida; otros seres vivos dependen de ti.
No estás solo.
Todas esas cosas ayudan a combatir la sensación de aislamiento que hace que la depresión sea tan difícil de manejar. Además, las personas necesitan contacto físico, y los gatos pueden ofrecer algo de eso. Un gato que se acurruca contigo y te lame la nariz cuando estás deprimido vale más que todos los antidepresivos en una farmacia.
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