Uno de mis gatos, Arthas, definitivamente no es un gato faldero. No le gusta que lo lleven, si lo levanta y lo pone en su regazo, se alejará tan pronto como lo suelte. Le gusta que lo acaricien, siempre y cuando pueda estar en el asiento o la cama a su lado, pero nunca en su regazo o en su pecho.
Cuando vino a vivir con nosotros, teníamos un gato mayor: Tusse, de 15 años, un Birman, que estaba comenzando a tener problemas renales. Tusse tenía un ritual a la hora de acostarse: generalmente me acostaba primero, para leer un rato. Cuando lo hacía, Tusse le gritaba a mi esposo hasta que lo recogían y lo llevaban a la habitación. A mi esposo le gustaría y ambos abrazaríamos un poco a Tusse. Entonces Tusse yacía sobre mi pecho, como una larga salchicha peluda, con la cabeza debajo de la barbilla, mientras yo leía. Una vez que dejé de leer y apagué la luz, él se movía y robaba la mayor parte de mi almohada para poder acurrucarse alrededor de mi cabeza.
Como dije, tenía problemas renales y eventualmente tuvimos que dejarlo. Esa noche, cuando me fui a la cama, estaba muy triste, sabiendo que nunca más volvería a tener a Tusse exigiendo su lugar legítimo en mi pecho.
Y entonces Arthas entró acolchado en la habitación. Saltó sobre la cama, se puso de pie y se recostó en mi pecho, de la misma manera que Tusse solía hacerlo, con la cabeza cerca de mi barbilla. Se quedó allí tumbado durante medio minuto, luego se levantó, emitió un pequeño sonido de disculpa y fue a acostarse a mi lado. Era como si dijera “Sé que lo extrañas, pero realmente no puedo hacer esto por ti. ¡Lo siento!”
Nunca ha hecho eso otra vez.
Sin embargo, sus nuevos hermanos adoptivos son gatos falderos, así que no me faltan abrazos. Y siempre respeto que Arthas desea tener sus cuatro pies en superficies no vivas.
Y si alguna vez volviera a subirse voluntariamente a mi regazo o mi pecho, me sentiría tremendamente honrado. (Después de comprobar que él y todos los otros gatos están bien …)