Varias cosas.
- Inclínate por orden ante un veterano mientras estés parado en el arnés. Mis hijos están entrenados para inclinar la cabeza cuando susurro “Ketali” detrás de ellos. Decir “Arco” era demasiado cliché para mi gusto.
- Pase un caballo y un buggy que se aproxima mientras tira de un carro sin reaccionar. El caballo se encogió un poco, pero Jack y su difunto compañero, John, siguieron moviéndose sin preocuparse. Puede ser cursi, pero ese fue uno de los momentos más orgullosos de mi vida porque me llevó años condicionarlos para que ignoraran a otros animales hasta ese punto. Tenía 16 años, ¿vale?
- Ignora a un perro extraño que los golpeó de lado mientras me tiraba del carro. El pequeño muchacho salió de la nada y chocó contra el más joven de los dos, luego salió corriendo delante de ellos y le arrancó la cabeza. Dudaron un poco, tal vez porque no querían atropellarlo; Les acabo de decir “se moverá”, lo que hizo cuando se dio cuenta de que se había mordido mucho más de lo que podía masticar una vez que se enfrentó a dos tacos grandes y maduros, cada uno más de tres veces su tamaño, que claramente no se detenían. Una vez que lo hizo, gentilmente les dije que “se levantaran” (se movieran) principalmente por falta de formalidad y que reforzaran el comando de manera positiva. Básicamente, los preparé para los profundos elogios que recibieron de inmediato.
- Recupere mi teléfono celular del espacio de rastreo cuando le dije que “tomara mi teléfono”. Acababa de pasar dos horas allí y no tenía ganas de volver a pasar por ese pequeño agujero. Nunca había estado tan contento de haberle enseñado un truco de salón al azar.
- Encuentra y recupera 45 pollitos pequenos vivos y 3 pollitos de pavo que se extendieron por varios acres de hierba alta y gruesa. Le llevó unas tres horas, pero trajo a todos a casa a salvo. Los recuperé debajo de la lámpara de calor y todos sobrevivieron. Habían quedado fuera del gallinero y era una noche muy húmeda y fresca. Habrían muerto todos por la mañana si Jack no los hubiera encontrado, los recogió en su boca y los llevó a su casa con las mandíbulas capaces de aplastar el cráneo de un ciervo. Debí haberlo enviado más de cien veces esa noche, pero nunca bajó la velocidad ni una sola vez hasta que todos y cada uno de los pájaros regresaron a donde pertenecían.
La lista continúa, pero esos son los más memorables.